La decadencia de lo propio
por Justo Ortiz
En una determinada edad, en un punto de la vida, sentimos que aquél que creíamos ser ya no existe; y aquello que somos es una desfiguración entre lo que queríamos ser, pensábamos que deberíamos ser, y algo nuevo aún inasible, con la potencia de trasformarse en algo mejor, pero inconcluso y modificable.
Las pinturas de Sofía Ruvituso contienen algo de esto. Dividida en tres series: Autorretratos, Roja y Ruinas, la obra apela a la capacidad de significar lo que el espectador halle en ella, pero se forma a partir del innegable drama del vacío existencial y el miedo a la muerte.
Bajo la descomposición de la figura humana en la primera serie, se desgarra a una mujer, y la paleta se mancha de sangre roja y vívida, que no varía del color carne, negro y un vacío fondo blanco. El trágico sangriento de la joven, deja explícito el drama de lenta agonía, en un mirar sereno hacia el horizonte o al espectador, mientras su cuerpo cómodo, postrado, bello y joven, yace y se tacha mediante rayones que generan valores en la composición. La decadencia está ahí, en esa gradual desaparición.
El siguiente paso será la Serie Roja, donde la sangre ya nos manchó y no podemos ser más los voyeristas que asistían a la tragedia. Nuestra perspectiva se modifica, lo experimentamos en primera persona, y la figura humana se torna más tosca, el espacio plástico se destruye, la abstracción invade en formas rectangulares seccionando el espacio; las pequeñas palabras y los diminutos puntos generan texturas. Todo sin moverse entre el negro y el rojo. En estas composiciones aparecen ciertos elementos artificiales y es crucial la utilización de “Letraset”: aquellas pequeñas letritas, números y figurillas con formas de inodoros, personitas, vegetales, entre otras figuras, que al ser una técnica en desuso, aquí se retoma con la idea de la reutilización de algo ya vetusto, y decadente. Un juego entre lo espontáneo, lo medido y lo decadente que resulta su utilización con otro sentido.
La ruptura de este espacio plástico nos habla también de algo que va muriendo, de un espacio que conquista desde la figura a lo universal de la abstracción. Se desprende así la última serie Ruinas, la cual nos aborda desde la oscuridad de los acromáticos del lápiz trabajados con una minuciosidad destacable. Los dibujos dejan aquel sentido primigenio del cuerpo humano muriendo, pero conservan una mirada profunda sobre la existencia, un “final abierto” que se puede dirigir hacia una síntesis de todo o una catástrofe oscura o no.